El director y dramaturgo, Martín Marcou narra escenas de la vida en un ignoto pueblo del sur, que bien podría ser un sur de nuestra humanidad, con una sensibilidad y agudeza exquisitas y sorprendentes para sus menos de treinta años.
Martín es un amigo reciente, que se contactó conmigo y con Baruyera a partir de su interés en conocer algunos de los mundos "de las lesbianas" y de "las feministas", como parte de la investigación que acompaña a un trabajo suyo que está en plena producción, "Tortitas de Manteca".
En este poco tiempo de conocerlo como persona y como "gente de teatro", no puedo menos que sentirme feliz del contacto que iniciamos. Su trabajo es realmente muy bueno y muy comprometido, delicado y humorístico.
En Rancho Blanco están muy bien caracterizados algunos de los estereotipos "del pueblo de 200 habitantes": la mujer cuarentona, resignada y rencorosa, la "opa" (que es también una criatura mágica, mediadora de cuestiones que quizá le son ajenas... o que tal vez comprende con más lucidez), el muchachito con delirios místicos. Ellas dibujadas y él dibujado a partir del lugar común, sirven para reflexionar desde el humor y la poética, desde la crítica y el sentimiento, acerca de la construcción de esos patrones culturales, que a menudo sirven de anclaje a nuestras personalidades. De anclaje, o, lo que es lo mismo, de jaulas.
También se trata el tema de la sexualidad (de las sexualidades) y los roles de género en las pequeñas comunidades.
Rancho Blanco es una obra bella y dura, imperdible. Quedan solo dos funciones este año.
VER MÁS INFO SOBRE LA OBRA MÁS ABAJO, EN ESTE MISMO BLOG.
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